miércoles, 19 de marzo de 2008

Lejos de aquellos primeros días de clase, con lápices y cuadernos de colores , mastico la impotencia ante un sistema dominado por fantasmas. El paso interminable de ventanilla a ventanilla con repuestas inexistentes.El repaso de un trago amargo, signado por la omnipotencia de quienes se creen merecedores de la falsa corona que el canon imparte...

Semana corta pero intensa. Denunciar el sistema educativo y su política barata es reiterativo e incluso inútil, pero no puedo evitarlo. Caducidad sería la palabra que mejor define la situación actual de la alta casa de estudios donde reside, o mejor dicho reposa ya que parece más muerta que viva, la intelectualidad que desesperada se resiste a dejar su lugar. ¿ Cuál es el objeto de los educadores, si no tienen ninguna intención de que los estudiantes tengan acceso al tan restringido mercado laboral y de investigación? El favoritismo como única vía de acceso. El afán de impartir conocimiento como falacia. Gran competencia de egos, donde la vulgaridad hace estragos, nivelando los mas burdos concursos y "debates" televisivos con los de los académicos.
Ser estudiante no sólo implica sobrevivir a la alarmante situación de infraestructura, no hay que ser demasiado lúcido para comprender los motivos, en un país con un gobierno que intenta sistematizar la ignorancia. Sino que además hay que soportar la falta de convicción de algunos académicos, no todos, claro está, acerca de la educación estatal. ¿ No se les ocurre pensar que estudiar ahí es una decisión en muchos casos y no una desgracia de la que fuimos víctimas? Así también hay que resisitir a los remordimientos por no tener demasiada fe en la revolución que en algún pasillo siempre se está gestando... Una revolución sustentada en retórica pura, donde la utilización del más conocido voabulario marxista fuera garantía de algo. Compañeros y el famoso plan de lucha, que esperemos a fuerza de repetirlo se torne materia. Una izquierda de cafetín, de patio con cerveza, que hace revolcar en su tumba al mismísimo Marx. Una izquierda que no resiste la más mínima pregunta; todas las respuestas con un mismo formato, sin ningún criterio ni fundamento real. Una izquierda tan decepcionante como la más reaccionaria ideología. Algún vez fui ingresante e ingenua pero rapidamente la desilución llegó.
Nada de lo que digo es nuevo, se trata simplemente de un descargo ante una situación que, al menos para mí, ya llegó a su límite hace tiempo. Motivo por el cuales hice uso de un lenguaje corriente y no utilicé los millones de términos teóricos que me enseñaron a repetir

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