domingo, 23 de marzo de 2008

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Noventa y seis puñaladas de aire. Siento el aire pútrido que no me dejaba respirar. Mirando al contrafrente. El pulmón de aire del edificio se burla en mis narices. Cáncer de pulmón. El edificio se debe haber fumado todo. Porque está podrido. No corre aire. Y abro la ventana. Me ahogo. Cierro los ojos y puedo verme. Jugando al funeral de mis muñecas. Sangrando por primera vez en medio del caos. Siendo noventa y seis veces herida por un falso Apolo. Por un Hermes funesto. Por una Furia en llanto. Trepada en mi cama pego fotos al corcho. Me pincho. No lloro.
Me levanto en medio de la noche apagando las luces que encendidas son una farsa de aquellas que se están apagando. Simulacro de esperanza en la cocina. Y paso un trapo para no llorar. Y me siento con vos y tengo una conversación que no puedo recordar. Pero puedo verte en este mismo instante mirándome con mi misma mirada.
En el balcón escribiendo poesía trillada. Jugando a la resentida social. Más sola que nunca en el medio de tanta gente. Tragándome mis lágrimas. Jugando a la mamá.
Ma- má. Ma. Ma. Má. Mariconeando mi tristeza. Gritando de impotencia. Llorando sangre. Encerrada en el baño llorando sangre. Y que orgullosos que están de mi. ¿Vos estarás orgulloso de mi?. Y yo queriéndome vaciar. Para no sentir. Estar tan vacía.
Vacía. Una parte que. Noventa y seis cortes en mi mirada. Cambiándola para siempre. Dejándome. Dejándome golpeada sin nadie que me pueda ayudar. Tirada en el medio de la Avenida Córdoba. El semáforo en rojo. Igual avanza. Me pisa. Me aplasta. El Partenón vuelve a quedar en ruinas. La botella de cristal se cae a la mierda. Y puedo tragarme los cristales. Y podés querer no volver más a ese lugar.
Siento la nuca contra el suelo. Y escucho el timbre primero. Y lloro antes de verte llegar. Y no me digas nada. Que noventa y seis veces se muere sin miedo de morir y yo noventa y seis veces me quiero morir. Y noventa y seis veces trato de recordar tu voz y noventa y seis lágrimas derramo porque no puedo hacerlo en ese funesto año noventa y seis. Y puedo gritar frente a su cajón. Y puedo verte peleándote con tu consciencia sobre su cajón. Y puedo ser la más egoísta y pedir que todos me lloren. Que entiendan lo que yo no me puedo entender. Que me quieran tanto para no dejarme lastimarme. Para que no la lastime. Para que no vuelen tantas flores en. Para que tu corona sea la más linda. Y soy la Reina del Otoño con tu corona de flores en mi cabeza. Y puedo bailar la danza del nunca jamás. Y dar tantas vueltas hasta no poder marearme más. Y meterme todo lo que me haga falta para no pensar. Y ser la reina del vacío que nadie puede llenar. Y mirarme en el espejo y largarme a llorar. Noventa y seis flores se puede tomar. Me las puedo aspirar. Y crearme un mundo de colores artificial. Y llorarte tanto en mi funeral en el que noventa y seis veces me sentí morir queriendo morir mientras vos noventa y seis veces morías sin miedo de morir en ese funesto año noventa y seis.


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