sábado, 17 de mayo de 2008

Soledad

Me reflecta Pasolini; mi soledad no tan sola por la música de su poesía.


La soledad; hay que ser muy fuertes
para amar la soledad; hay que tener buenas piernas
y una resistencia fuera de lo normal: no hay que exponerse
a resfriados, gripe o dolor de garganta: no hay que temer
a atracadores ni a asesinos; si es preciso caminar
toda la tarde o, tal vez, toda la noche
es preciso saberlo hacer sin darse cuenta; no hay donde sentarse;
especialmente en invierno, con el viento que sopla sobre la hierba mojada,
y con las rocas entre la basura, húmedas y fangosas;
no hay ningún consuelo, de eso no hay duda,
además del de tener por delante todo un día y una noche
sin deberes ni límites de ningún tipo.
El sexo es un pretexto. Por más encuentros que haya
- y son muchos aún en invierno, por las calles abandonadas al viento,
entre el montón de inmundicias contra los edificios lejanos-,
no son más que momentos de soledad;
cuánto más caliente y vivo es el cuerpo gentil
que unge de semen y se va,
más frío y mortal es alrededor el deleite desierto;
es esto lo que colma de alegría, como un viento milagroso,
no la sonrisa inocente o la turbia prepotencia
de quien después se va; él se lleva tras de sí una juventud
desmesuradamente joven; y en esto es inhumano,
porque no deja huellas, o mejor, deja una sola huella
que es siempre la misma en todas las estaciones.
Un muchacho en sus primeros amores
No es otra cosa que la fecundidad del mundo.

Intertexto


No me acordaba ya, y
me olvidaba ayer de tus manos, que
distintas a las mías no son frías.
Recordaba te reías, y yo
que buscaba más que un pretexto, me
quedaba desencontrada con tu mal disimulada inocencia.
Y el reloj marcaba la cadencia, de
las notas con falta de armonía- de palabras
pronunciadas al vacío- y de
mis ojos congelados en el tiempo.
El calor de tus manos desgarrando mis
latidos, y tu infame melodía,
no queriendo perdonarme la vida.
Siempre se y recuerdo, mi
condición de pañuelo de papel, y de
pretexto. Mi nido esparcido en el
aire, y yo deviniendo.
Ante tus ojos convirtiéndome, en
partícula superflua, y vos barriendo, con
tu guitarra, el espacio. Si no fuera
tan difícil.
No me acordaba ya, y
me olvidaba ayer de tus manos, que
distintas a las mías no son frías.


martes, 6 de mayo de 2008

Furia de otoño

Y si hoy fuera definitivo.
Tu camino ya no es el mío.
Hoy es definitivo.
Un boleto en la ceniza y
lo irreconocible.
Mi suprema infelicidad y
la mutua condena.
Las palabras desgarrando mi
único contacto, mi posibilidad de
redención.
Silente te injurio y vos
silente me odiás.
Descubro en mi almohada, los
restos de infames sueños, que
juntas tratamos de destrozar.
Desprecio tu mano, la
única que hacia mi se tiende, así
como vos, con desprecio rompés
mi nido de cuervo.
Sollozo el invierno que
destroza al otoño.
Y siento en mi sangre,
el veloz latir de las Furias.
Doble mío de sonoros pasos, que
arrebata al doble tuyo, las
rosas.
Caídas del Árbol envidian, juntas,
las raíces carcomidas.
Silentes roen los restos,

sangran cavando la grieta.